Puedes leer aquí la primera parte y aquí la segunda.
“Y llegó el retoño…”
Me sorprende que tantas y tantas parejas puedan llegar a ser padres simplemente porque es “lo que toca” (condicionamiento social), para “solucionar problemas”, para “llenar vacíos”, etc.
En mi opinión, ser padre/madre es una de las responsabilidades más grandes que pueden existir en la vida. Tal acontecimiento ha de ser contemplado de manera plenamente consciente y responsable. Seremos un vehículo a la vida para un ser que vendrá a expresar determinados dones y comportamientos. Hemos de ser conscientes de que un hijo será en principio un mero “repetidor” de nuestras creencias, pensamientos, emociones y modos de vida. Deberíamos, por tanto, hacer un gran ejercicio de introspección… ¿quiénes somos y por qué queremos tener un hijo? ¿Cómo vamos a educarle? ¿Qué valores son los que queremos transmitirle? ¿Podemos y queremos hacer frente a esta responsabilidad (emocional, económica…)? ¿Cómo vamos a compartirla? ¿A qué cosas tenemos que renunciar?…
En muchas ocasiones hay parejas que se rompen cuando los hijos hacen su aparición. Y es que lejos de pensar en que un hijo pueda solucionar los problemas, ocurre precisamente al contrario: un hijo pone en evidencia la relación que realmente existe entre los padres, así como su nivel de responsabilidad y compromiso. Cuestiones que han de estar bien claras antes de que este acontecimiento tenga lugar.
Por otro lado, la pareja puede disolverse entre los pañales… Es importante ser conscientes de este hecho, y es que los primeros meses serán absorbentes por parte del bebé, y la pareja tendrá poco tiempo para manifestarse como tal. Es importante plantear opciones que favorezcan los encuentros. Y, por supuesto, pasados los primeros meses recuperar y replantear la nueva situación entre la pareja.
Una vez más, planteémoslo como una opción que podemos elegir llevar a cabo o no, en pos de otros proyectos creativos…
“Me equivoqué…”
Ten en cuenta que lo único que perdura es el cambio. Tú cambias, tu pareja también. Con el paso del tiempo pueden variar los objetivos…, el crecimiento de uno de los cónyuges se dirige hacia un lugar a donde el otro no quiere ir…, el “nuevo yo” de tu pareja parece que ya no tiene mucho que ver contigo…
No pasa nada, contempla todo lo compartido, todo lo que has disfrutado, lo que has aprendido. Recuerda que la frase “hasta que la muerte nos separe”… ¡¡¡está obsoleta!!!
La frustración no tiene cabida cuando siempre puedes irte, cuando siempre puedes cambiar, cuando siempre eres libre de dejar aquello con lo que no te sientes feliz. Incluso si te casaste, incluso si pensaste que aquello podía durar toda la vida…
No existe el fracaso… solo el aprendizaje. No existe la equivocación… solo la experiencia.
…………
En definitiva y detrás de estos planteamientos, subyace mi intención de contemplar la pareja desde otra perspectiva quizás no tan convencional por un simple motivo: es evidente que el modelo de pareja que nos han transmitido nuestros padres y abuelos no está funcionando en la actualidad. Hemos cambiado y, por tanto, deberíamos establecer otro tipo de relaciones más acordes a nuestro modo de ser, pensar y vivir. Podemos elegir si queremos casarnos o no, si queremos convivir o no, si queremos llevar a nuestra pareja a los cumpleaños de nuestros amigos o no, si queremos tener hijos o por el contrario queremos viajar, desarrollar nuestras profesiones, etc.
Si encontrar una pareja es un tema “complejo” en tu vida, te invito a que respondas a las siguientes cuestiones:
¿Por qué quiero una pareja y para qué?
¿Por qué motivos podría NO desear tener pareja?
¿Cómo han sido mis parejas anteriores y cómo son las parejas que me rodean: padres, hermanos, amigos…?
¿Podría ser posible una relación “a mi medida” distinta de las que he tenido y contemplado?
¿Cómo tendría que ser esa relación para que yo me sintiera a gusto y feliz? ¿Qué cualidades debería tener la persona que busco para esa relación?
Cuando digo que quiero “crecer” en una pareja o que ésta ha de «sumar» en mi vida, ¿a qué me refiero exactamente?
¿Qué puede aportarme la pareja que no me ofrece otra cosa en la vida?
¿Siento que al tener pareja pierdo más que gano? ¿A qué cosas tendría que renunciar? ¿Por qué tendría que renunciar a ellas?
¿Quiero tener hijos? ¿Por qué? ¿Por qué no?
Ser sinceros con nosotros mismos, saber lo que queremos y ser consecuentes con ello es la verdadera clave. No todos deseamos lo mismo, por tanto, no todas las parejas deberían establecerse de igual modo… ¡¡SIÉNTETE LIBRE PARA INVERTAR LA TUYA!!
Ten por seguro que si tienes las cosas claras, atraerás a tu vida aquella persona que se ajuste a tu modo de contemplar las cosas. La confusión sólo atrae relaciones confusas, vagas e inconclusas que contribuirán a llenar tu experiencia amorosa de frustración y desencanto.
Mi abrazo infinito,