Hace unos días un amigo me contaba que quería hacer un cambio laboral y ante varias alternativas no sabía cuál elegir, ya que ninguna de ellas le “llenaba” lo suficiente. Esta cuestión le estaba tomando meses y meses sin entrar en acción. En ese momento mis pensamientos marchaban a mil por hora y me surgieron varias preguntas:
¿Por qué esa opción tenía que ser “perfecta”? ¿Por qué tenía que tenerlo tan, tan claro para lanzarse? ¿Y por qué le daba tanta importancia a la cuestión de elegir?
Y después de hacerle estas preguntas, surgió en mi mente una reflexión: nos educaron para elegir una profesión con una edad en la que apenas sabemos quiénes somos, ni mucho menos lo que queremos. Es absurdo pensar que con 15 o 20 años vamos a tener los mismos gustos, deseos y anhelos que tendremos con 40 o 60. Siempre estamos cambiando y en continua interacción con el mundo que nos rodea, que a su vez cambia constantemente. Quizá lo más lógico sería cambiar de profesión una, o incluso dos veces, a lo largo de nuestra vida.
De alguna manera, hemos sido educados para tomar decisiones que duren “toda la vida” (un trabajo para toda la vida, una pareja para toda la vida…), y probablemente este sea uno de los motivos por los que nos cuesta tanto elegir y por el que tenemos tanto miedo a equivocarnos. También ésta puede ser una de las razones de que busquemos la “perfección” para entrar en acción. Esperamos que llegue la “idea perfecta”, “el trabajo perfecto”, “la profesión ideal”, “la pareja perfecta”, “las condiciones perfectas”, etc. Y mientras esperamos que llegue todo eso tan perfecto e ideal se nos pasa la vida dejando escapar una oportunidad tras otra.
Es lógico pensar que no exista nada tan PERFECTO que lo sigamos queriendo y deseando durante el resto de nuestra vida.
Sí, estoy de acuerdo en que todas las decisiones que tomamos tienen consecuencias y es nuestra responsabilidad valorarlas y tenerlas en cuenta. Pero piensa que a excepción de unas pocas… casi todas nuestras decisiones ¡¡SE PUEDEN CAMBIAR!! Siempre tienes derecho a cambiar de opinión. Es tu vida y sólo tú decides sobre ella. Además, en muchas ocasiones y hasta que no vivimos realmente una situación, no sabremos si es la correcta, cómo nos sentiremos… ni qué resultados tendrá.
Olvida el concepto de “fracaso”, pues en cualquier caso habrás comprobado y tendrás claro lo que ya NO quieres. El fracaso siempre será no haberlo intentado. Creo que es hora de quitar hierro y presión a un montón de dilemas existenciales (y no tan existenciales).
Guíate por tu intuición…, por lo que has aprendido hasta el momento y coloca encima de la mesa las opciones disponibles. Piensa en cada una de ellas y visualiza cómo sería tu vida viviendo cada una de ellas. Elige la que mejor te haga sentir, teniendo en cuenta que no ha de ser para siempre y que, en cualquier caso, te aportará una experiencia valiosa.
Deja de ir «de puntillas» y de esperar a la opción “PERFECTA” porque nunca llegará… ¡lánzate con lo que ahora tienes delante! La vida pasa muy rápido y se lleva con ella cada oportunidad perdida… No te quedes pensando en «qué hubiera pasado si…». Una cosa está clara: si no te pones en marcha y pruebas… jamás lo sabrás…
Un abrazo infinito,
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