Diana Calvo Vinssac – Psicoterapia transpersonal – UCDM – Hipnoterapia – Coaching

Cuando nos olvidamos de sentir…

Piensa y responde sinceramente a la siguiente pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que te dedicaste a SENTIR?

Posiblemente, tu primera respuesta ante esta pregunta es “hoy mismo”, o “ayer”… pero presta atención y vuelve a leer la pregunta. ¿De verdad te tomas el tiempo para sentir?

Sinceramente… en mi caso, que soy una mujer sensible y “sentida”… a veces no me tomo el tiempo de sentir. Y eso que estoy acostumbrada a manejarme con mis emociones y a gestionarlas… Y sí, a menudo emprendo la “huida” porque, o bien no tengo tiempo material, o bien me da pereza sentirme “mal” y busco caminos alternativos (pensamientos positivos) para continuar con mi día sin que esas emociones me interfieran nada más que lo justo.

Y esto es lo que solemos hacer tod@s con mayor frecuencia.

Hasta que llega un día en el que las emociones te “atrapan” y se llevan consigo toda la fuerza y la energía que has empleado en ignorarlas. Y entonces llega el momento… ¡toca SENTIR!

Cuando le pido a un paciente que se centre en lo que siente, lo primero que hace es RACIONALIZAR la emoción. Ante la pregunta… ¿qué sientes?, la respuesta suele ser una explicación de algo que le gustaría hacer o decir, una interpretación determinada, incluso una justificación, frases tremendamente elaboradas, etc. Casi siempre es necesario volver a hacer la pregunta… “ya, pero ¿y eso cómo te hace sentir”?… ¿y dónde lo sientes? ¿Lo puedes describir con una única palabra, una sensación, un color?… Las emociones se sienten SIEMPRE en el CUERPO, no se piensan con la MENTE. Incluso a veces no hace falta que sepamos cómo se llama la emoción de la que se trata, pero sí sabemos dónde se sitúa, si es una sensación de ahogo, de presión, de calor. Y sólo entonces, cuando prestamos la debida atención podemos definir lo que sentimos: angustia, tristeza, pena, miedo, etc.

¿Por qué es necesario sentir?

Vivimos tanto tiempo en nuestra mente que nos olvidamos de que tenemos un cuerpo. Y es aquí donde “viven” nuestras emociones. Huir de ellas no hará que desaparezcan, por el contrario, pasarán a quedarse “enquistadas”, obstaculizando el flujo de energía… lo que más tarde se traducirá en un síntoma físico o mental. El cuerpo llama nuestra ATENCIÓN, a través de las EMOCIONES, pero estamos tan invadidos por la racionalidad, con toda nuestra energía centrada en la mente… que solamente prestamos atención a nuestro cuerpo cuando se enferma, cuando nos duele, cuando nos “grita”. Y entonces la respuesta rápida es buscar la “pastilla milagrosa”.

De esta forma pasamos la vida llenando la “mochila” de asuntos sin resolver. Más tarde, en el camino hacia nuestra madurez, decimos que tenemos “achaques” o que es “cosa de la edad” sufrir Alzheimer o cualquier tipo de enfermedad … cuando envejecer NO tendría que ser sinónimo de ESTAR ENFERMO. Y sí, tod@s tenemos que morir pero ¿por qué no hacerlo en plenas facultades físicas y mentales? ¿Por qué no hacerlo con consciencia? ¿Por qué no hacerlo con verdadera DIGNIDAD?

¿Y qué podemos hacer?

Te recomiendo que busques un par de horas semanales sólo para ti.

Lleva a cabo un recorrido de los momentos más difíciles de la semana, sobre todo aquellos en los que experimentaste estallidos emocionales que no pudiste resolver al momento.

Vuelve a situarte en ese instante y RE-VIVE las sensaciones. Ahora deja de “protestar” y sólo presta atención a tu cuerpo. Recuerda las preguntas: ¿Dónde lo sientes? ¿Qué sensación tienes? ¿Qué temperatura? ¿Qué color? ¿Qué forma? ¿Llega algún recuerdo? La intención es darle la debida atención a esa emoción… la que está debajo de todos tus “bla, bla, bla” mentales.

Una vez localizada… SIÉNTELA… con toda la intensidad de la que seas capaz. Llora, enfádate, muévete, salta, deja que tu cuerpo se retuerza y se EXPRESE como le dé la gana hacerlo. Suelta, suelta, suelta… quédate y observa.

Pasados unos minutos, notarás que la emoción se va calmando, la intensidad va disminuyendo y poco a poco desaparece… Si observas otra emoción distinta, vuelve a repetir el proceso.

Te darás cuenta de que tu cuerpo está mucho más suelto, relajado…, y un sentimiento de PAZ comenzará a brotar… la emoción ha sido liberada. Será entonces el momento idóneo de utilizar tu mente y pasar a COMPRENDER el por qué de esa emoción: ¿Qué es lo que la origina? ¿Qué podrías hacer para solucionarlo? ¿Qué necesitas cambiar en ti o en tu vida? ¿Puedes hacerlo a solas o quizá necesitas ayuda?

Elabora una SOLUCIÓN y pasa a la ACCIÓN.

Realizar este proceso a menudo te mantendrá “al día”…, dejarás de acumular asuntos y más asuntos, tu energía fluirá libremente y eso se traducirá en un mayor BIENESTAR.

Y…. ¿no es eso lo que constantemente buscamos?

Mi abrazo infinito,

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