En un momento de furor de la psicología positiva y los pensamientos ídem, parece fuera de lugar tener un día o, ni siquiera un instante, en el que podamos ejercer nuestro derecho a sentirnos mal…
Por si no tuviéramos bastante con toda la presión cultural y social: ser un buen profesional, tener éxito, dinero, viajar…, ser buen padre/madre, amigo, hijo…, tener la salud perfecta, la pareja perfecta, la familia feliz, una imagen impecable…
Por si todo esto no fuera suficiente…, además tenemos que estar siempre alegres y agradecidos, ser compasivos y comprensivos, amarnos mucho, aceptar todo lo que ocurre, no juzgar a nada ni a nadie, ser valientes, empáticos, buscar la felicidad en nuestro interior, sentirnos en paz, perdonar a todo y a todos, trascender el ego…
Ufff, ¡qué estrés!
Sinceramente, hay días en los que me apetece pegar cuatro patadas a todos los libros de crecimiento personal, coaching y psicología positiva que me encuentro, y convertirme en una asesina en serie, en un alma en pena o en una loca de atar.
Pues sí…, a veces me siento triste, insegura, tengo miedo, me enfado y grito, me equivoco y me siento mal por ello, no tengo dinero y me molesta, tengo mil dudas, no aguanto a mi jefe y le daría una patada en la espinilla, me enfado con mi madre, me enfado con el mundo y pienso que la vida es injusta (por no decir “una mierda”).
Pues sí…, tengo días en los que cogería “los trastos” y dejaría todo y a todos para largarme muy muy lejos, cambiarme de nombre y raparme el pelo al cero.
Si no tuviera un EGO con todo lo que ello implica… quizás viviría en otra dimensión, quizá con un aura dorada… quizá con alas gigantes…, quizá sintiendo paz y amor infinitos.
Pero resulta que tengo un cuerpo físico que duele y se enferma, que envejece y tiene sus límites.
Resulta que tengo una mente más o menos desordenada con un montón de programas inconscientes que puedo tardar mil vidas en descubrir.
Resulta que tengo emociones muy feas que me resulta incómodo expresar en este mundo “políticamente correcto”.
Resulta que soy humana…
Y también soy todo esto… al igual que tú.
Y de vez en cuando, en el ejercicio de mi libertad… reivindico el derecho a vivir… ¡MI DÍA LIBRE DE PENSAMIENTOS POSITIVOS!
¿Te apuntas?