Si el título de este artículo ha llamado tu atención, probablemente te ha ocurrido algo similar… o bien conoces a alguien a quien parece ser que en determinados momentos de la vida, hasta un «vaso de agua le ha podido llegar a engordar”.
Es cierto…, esto puede ocurrir. Y para llegar a comprenderlo, primeramente haremos un pequeño apunte sobre este estado al que llamamos “estrés”, las posibles causas que lo desencadenan, y lo que ocurre en nuestro organismo cuando se encuentra bajo este estado.
¿Qué situaciones pueden originar un estado de “estrés”?
- Problemas laborales y económicos.
- Problemas familiares.
- Pérdidas y duelos.
- Enfermedad.
- Cambios de vida: mudanzas, tener un hijo, divorcio, etc.
- Noticias inesperadas.
- Falta de tiempo.
- Miedos, fobias.
¿Cómo reacciona nuestro cuerpo ante el estrés?
Creemos que hemos avanzado mucho en nuestra evolución pero, por el contrario, nuestra biología responde exactamente igual que lo haría un “hombre de las cavernas”. Es decir, nuestra mente interpreta que vive una situación de peligro o amenaza, y nuestro cuerpo comienza a funcionar como si realmente un león estuviera a punto de devorarnos, es decir, se prepara para luchar… o para huir.
Y es entonces cuando una cascada de reacciones fisiológicas comienzan a producirse, como consecuencia de determinados cambios hormonales. El hipotálamo estimula la producción en las glándulas suprarrenales de las denominadas “hormonas del estrés”: ADRENALINA y CORTISOL, con el objetivo de aumentar la energía y la fuerza muscular. La sangre se dirige hacia aquellas partes de nuestro cuerpo que la necesitan más, es decir, nuestra musculatura dinámica. Aumenta la frecuencia cardíaca, la respiración se acelera y el cerebro aumenta su estado de alerta, agudizándose nuestros sentidos. Por otro lado, la sangre se retira de aquellos lugares donde no es tan “necesaria” como la zona genital y el aparato digestivo.
Esta situación fisiológica que experimentamos ante una amenaza momentánea tiene un sentido biológico de supervivencia. Y es lógico recuperar la normalidad cuando esta situación desaparece. Sin embargo, en nuestra vida no solemos encontrar muchos “leones en el camino”, sino que nuestro estrés actual suele acaecer en situaciones que se alargan en el tiempo a las que, en consecuencia, hemos de sumar determinadas implicaciones emocionales.
¿Por qué el estrés nos hace engordar?
Como explicaba anteriormente, en un estado de estrés el aparato digestivo no está en su pleno rendimiento. Las digestiones no se van a realizar de manera óptima, los procesos de eliminación, tanto a nivel renal como intestinal, estarán alterados. Todo esto ya nos dará una pauta clara de que los nutrientes que ingerimos no van a ser procesados de manera correcta.
Por otro lado, el inconsciente y su respuesta biológica tiene un gran valor añadido en todo este proceso. Como bien explica Salomón Sellam en su libro “Sobrepeso y Obesidad”, cuando nuestro inconsciente detecta una situación de peligro, reacciona en modo “supervivencia”; si me siento en “peligro de muerte” lo principal que necesitaré para sobrevivir es AGUA. Esto se traduce en una vasoconstricción a nivel renal, que tendrá como consecuencia una retención de líquidos. Por otro lado, con el objetivo de protegernos del peligro y tener reservas suficientes… nuestro organismo tenderá a GUARDAR toda la GRASA que pueda.
En esta situación, es fácil adivinar que hasta un simple vaso de agua nos puede llegar a «engordar». Si a todo esto le añadimos la compulsión de comer derivada de la ansiedad, ya tenemos el cuadro perfecto que relaciona el estrés con un aumento de peso.
En muchas ocasiones, por tanto, el tratamiento va más allá de una dieta de adelgazamiento, ya que ésta NO será efectiva sin que previamente se solucione el problema que está originando la aparición del sobrepeso. La solución del verdadero conflicto tendrá como consecuencia una recuperación de la normalidad en el funcionamiento de nuestro organismo.
Olvida por el momento las dietas, ya que sólo serán origen de frustración y todo ello contribuirá a seguir aumentado la «bola de nieve» del sobrepeso como una «pescadilla que se muerde la cola»…
Es tiempo de poner remedios eficaces… ¡A por ello!
Fuerza y… ¡adelante!