Todos en algún momento de nuestra vida hemos escuchado esta frase:
“Da, da sin reservas y… sin esperar nada a cambio”.
Lo que esta enseñanza viene a decirnos es que cuando demos, no lo hagamos pensando en lo que vayamos a obtener a cambio, porque si actuamos de este modo desinteresado sin apegarnos a un resultado concreto, nos será devuelto de alguna forma. Este concepto viene a decirnos que “dar” es el verdadero regalo, y que es lo que verdaderamente genera satisfacción en el ser humano.
Hoy quiero profundizar en el contexto de esta frase, porque observo que en ocasiones puede existir una verdadera confusión al respecto. Veo que muchas personas toman como “ley absoluta” esta afirmación, perdiéndose en ella y, en consecuencia, perdiendo sus propios límites.
Como siempre y en cualquier situación, situarnos en los extremos es lo que nos lleva al desastre. Ni todo en la vida es DAR… ni todo en la vida es RECIBIR. Debemos construir nuestro mundo en un eterno equilibrio “dar-recibir” constante.
Estoy de acuerdo con la frase que nos ocupa en lo general pero no en lo específico. Y voy a explicar lo que digo. Dime si aceptarías “seguir dando” en las siguientes situaciones:
- Tus clientes obtienen de ti productos o servicios y no te pagan nada por ellos.
- Vas a trabajar cada día y a final de mes tu jefe no te paga tu sueldo.
- Tienes una relación de pareja en la que eres maltratado/a.
- Tienes un amigo que jamás te llama, ni se interesa por ti, ni te escucha…
¿Querrías seguir manteniendo a ese cliente, ese trabajo, esa pareja o ese amigo? Estoy segura de que en cualquiera de los anteriores ejemplos la respuesta que darías ante el “seguir dando sin recibir” sería un NO rotundo.
Aquí no vale pensar que lo que yo estoy dando a una persona que me maltrata… me va a ser devuelto “por otro lado”. Aquí no sirve pensar que si yo voy a trabajar cada día ya me llegará el dinero “por otros medios”.
Aquí lo que debemos hacer es PONER UN LÍMITE. Y si esa persona o ese trabajo no puede ofrecernos nada a cambio… lo más sano es que cerremos la puerta y vayamos en busca de otro jefe que sí nos pague, otro amigo que nos escuche y nos tenga en cuenta y, por supuesto, busquemos otra pareja que nos ame del mismo modo en el que nosotros la estamos amando a ella.
Entonces… ¿Dónde queda esta “ley”? ¿En qué casos debemos aplicarla? ¿Dónde está el límite? ¿Dónde está la confusión?
Pues queridos amigos, la confusión comienza en el momento en el que contemplamos el hecho de DAR siempre “hacia fuera” y nunca “hacia dentro”.
Esto lo explico siempre con un ejemplo sencillo: Imagina que tienes invitados a cenar en tu casa, pero abres tu despensa y la encuentras vacía… ¿qué podrás ofrecerles? Nada, ¿verdad? Por tanto, lo primero que tendrás que hacer es “LLENAR TU DESPENSA”.
¿Y cómo se traduce esto en la realidad? Pues muy simple… llenar tu despensa implica que primero has de darte a ti mismo, ocuparte de lo que tú necesitas, tener tus necesidades cubiertas. Y si no sabes cuáles son tus necesidades, te doy algunas pistas.
El siguiente esquema representa las necesidades básicas del ser humano. Es la que se conoce como la pirámide de Maslow:
Según la teoría de Maslow, vamos escalando en la pirámide según tenemos cubierto el escalón inferior.
Sugiérele a un indigente que acuda a hacer un trabajo de voluntariado sin recibir nada a cambio. Sí, quizá puedas argumentarle que este acto llenará su alma de satisfacción y es muy cierto…, pero su estómago seguirá vacío porque lo urgente para él es COMER. Es que si no come, se muere.
Si no tenemos las necesidades básicas cubiertas, no podemos estar pensando en satisfacer nuestra alma, que correspondería al último escalón de la pirámide. Y no solo me refiero a las necesidades físicas básicas, sino también las de recibir un sueldo digno, afecto, atención, reconocimiento, amor…
Todavía hay quien afirma que ocuparse de uno mismo te hace un ser egoísta. Y así sería si en la búsqueda del interés propio estuviéramos perjudicando a los demás… Como os comentaba al inicio del artículo aquí estaríamos en el otro extremo: «todo es para mí». Lo cual también supone romper el equilibrio.
Y bien, después de estas pistas, ¿Consideras que realmente estás cubriendo tus necesidades antes de DAR a los demás? ¿En qué medida llenas tu despensa? Lo cierto es que si te ocupas de llenarla continuamente, siempre podrás seguir teniendo invitados a cenar.
¿Comprendes ahora el concepto?
Y ahora completemos la frase que nos ocupa con la siguiente: “Amarás a los demás como a ti mismo”… ¡Vaya! ¡Esta también es importante! ¿Con cual me quedo de las dos? ¿Tengo que elegir?
Dejando la broma aparte, ¿crees que una persona que mantiene una relación personal o laboral como las de los ejemplos anteriores… se ama a sí misma, está atendiendo a sus necesidades, se está ofreciendo a sí misma lo que necesita?
Cuando te ofreces a ti mismo en primer lugar y constantemente…, cuando tienes tu despensa llena todo el tiempo…, entonces es cuando puedes ofrecer a los demás realmente. Pero no te equivoques, si siempre invitas a las mismas personas a cenar o a todas aquellas que jamás contribuyen a llenar tu despensa… ésta sólo se vacía y se vacía… lo cual contribuirá a frustrarte, agotar tu energía, enfadarte e incluso a enfermarte.
Por tanto, no es concebible que mantengas una relación de pareja en la que siempre estás dando y no recibes nada. No es concebible que trabajes y no te paguen. No es concebible que tengas un amigo que no te aprecie.
Mantener relaciones equilibradas y con reciprocidad también forma parte de ese “cuidarte, amarte, atender a tus necesidades”… RECIBIR es la otra cara de la moneda para que puedas seguir DANDO.
Y no…, tampoco olvides ofrecer tu mejor versión al mundo, no esperes a recibir para DAR. Puedes y debes DAR tú como un primer paso… Sonríe, apoya, comparte, cuida tu mundo como te gustaría que él te cuidara a ti. Dar es una bendición y es cierto que puede llegar a convertirse en una gran satisfacción, pero sólo cuando parte de un lugar de plenitud. Sólo cuando el vaso está LLENO puede REBOSAR.
Mi abrazo infinito,