Diana Calvo Vinssac – Psicoterapia transpersonal – UCDM – Hipnoterapia – Coaching

Y tú… ¿compites o colaboras?

Este fin de semana estuve colaborando con un cliente en una feria muy conocida en Madrid. Y me encontré con una situación que encontré divertida y, en cierto modo, también supuso un reto, sobre todo en cuanto al abanico de posibilidades que me ofrecía para situarme.

A las pocas horas de llegar, comencé a notar que la compañera que realizaba la misma labor que yo…, me ignoraba de forma notable. En un principio traté varias veces de acercarme a ella y conversar, tal y como hice con todos los que allí se encontraban…, pero me encontré con una evitación constante. Su actitud era de esfuerzo en grado sumo. Tanto que era llamativo: apenas  hacía descansos, no iba a comer, no iba al baño… El segundo día ya no intenté acercarme a ella. Además, llegué cansada y pude darme cuenta de que aprovechó esas dos primeras horas de mi “bajón” para atraer la atención hacia ella. Y tanto se esforzó para opacar mi trabajo… que lo consiguió.

Y digo que lo consiguió porque llegó alguien para confirmármelo, incluso me recomendó que “me hiciera valer”. Desde luego, agradecí que me corroborara desde fuera lo que yo estaba percibiendo. Y fue entonces cuando abrí el abanico… tenía varios lugares en los que situarme y desde los que poder actuar:

  • Podía, efectivamente, hacer lo mismo que ella… esforzarme mucho, mucho. Seguir el juego de la competición y tratar de hacer ver a todos lo que “yo valgo”.
  • Podía elegir sentirme “disminuida”, rendirme y claudicar.
  • Y podía elegir contemplar el asunto “desde la butaca”, despersonalizando todo el asunto y a la vez, tratando de comprender lo que estaba ocurriendo en el “escenario”.

Podéis adivinar la opción que elegí… ¡eso es! La tercera.

Obviamente, una persona que se esfuerza tanto por agradar y brillar es porque en el fondo trata de compensar una carencia. En ese momento pude contemplar a mi compañera desde la ternura y la empatía… No me costó trabajo recordar todos aquellos momentos en los que yo misma me había sentido del mismo modo en el pasado. En esas situaciones yo tendía a retraerme, pero comprendía perfectamente el lugar en el que se encontraba y cómo podía sentirse.

Así que decidí enviarla mentalmente este tipo de pensamientos y seguí realizando mi trabajo del mismo modo en el que lo hice hasta ese momento…, sin variar absolutamente nada, haciendo lo que sentía, llevando a cabo mis descansos y tratando a todo el mundo de la misma forma. En definitiva, seguí siendo yo misma. Lo que pude observar es que esta persona fue bajando su ritmo frenético de trabajo y curiosamente, se fueron acercando más personas a mí. No porque yo lo buscara en absoluto, simplemente ocurrió. Sin buscarlo, la situación fue tendiendo al equilibrio y finalmente… nadie destacó más que nadie.

Si me hubiera situado en la primera opción, hubiera entrado en el juego competitivo de “yo soy más que…”, lo cual es totalmente incorrecto. En el segundo caso me hubiera situado en la opción de ser “menos que…”, lo cual también es incorrecto. La tercera opción es la verdaderamente REAL. No hay bienes, ni títulos ni poderes, ni ninguna otra “cosa” que otorgue a un ser humano el «título» de ser más que otro, ni tampoco hay carencias que puedan llevar a que un ser humano sea inferior a otro.

La cultura del poder, del “número uno”, de la lucha y la competición… es un asunto que ya pertenece a otras épocas. Ya es hora de ir abandonando esta cultura patriarcal y el dominio de la mente masculina y sus actitudes propias, tanto en el mundo laboral como en otros ámbitos de la vida.

Hace ya muchos años,  cuando la mujer trataba de introducirse en un mundo laboral repleto de hombres, es comprensible que no tuviera otra forma de sobresalir en él, si no lo hacía desde su mente masculina y con actitudes ídem. Pero en el mundo actual ya vamos comprobando que los valores femeninos pueden y deben aplicarse también al ámbito laboral. La colaboración, la cooperación, la suma de valores y conocimientos es sumamente enriquecedora tanto a nivel individual como a nivel grupal. Es hora de ir transformando ese «ganar-perder» en un… «ganar-ganar», y tratar de comprender y SENTIR que cuando el otro gana yo también gano… ya que verdaderamente el bien del otro también es mi propio bien.

Un motivo para situarse en este tipo de actitudes competitivas es el miedo. Pero recuerda que nadie puede quitarte nada… no existe tal cosa como que alguien pueda «robarte» clientes, un puesto de trabajo o cualquier otra cosa. Ya que todo lo que disfrutas (o no) llega a ti en base a lo que ERES y a la energía que emites. Y, por otro lado, no existe una persona en todo el mundo que sea exactamente igual a ti. Por tanto, no hay nadie con quien puedas competir. No tiene sentido.

En una sociedad orientada durante mucho tiempo a lo racional y a lo mental… la inteligencia emocional trata de buscar su lugar para alcanzar ese equilibrio que cada día se hace más necesario. Recordemos que la separación es algo que tratan de imponernos para favorecer este tipo de conflictos.

No te dejes convencer, no entres en el juego, permanece en tu centro… y comienza a reconocer «al otro» como un aspecto de ti mismo.

Mi abrazo infinito,

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